viernes, 21 de septiembre de 2018


Tal vez mañana


La joven madre ríe desganada las gracias de su pequeño mientras mantiene la mirada perdida en la vía. Nadie más espera en la gélida estación del pueblo que hoy ha amanecido con una fina capa de hielo. El tren parte enseguida mientras el niño se aleja persiguiendo un  papel que el viento se lleva flotando. Intentando disimularlo solloza de nuevo la madre, con la cara entre las manos, al comprobar que hoy también volverán solos a casa.
En el frío suelo queda el trozo de periódico tras el que corría el niño. “Continúa la guerra”, dice el titular.




(imágen bajo copyright del autor)

sábado, 8 de septiembre de 2018



El primer inocente


Era su primero, y el parto se demoraba hasta lo insoportable mientras comités de sesudos doctores devoraban páginas y páginas buscando inútilmente explicaciones. Confundidos y avergonzados por su ignorancia, marcharon abandonando de hecho a su suerte a la parturienta en el ya oscuro paritorio. La limpiadora tomó entonces su mano con cariño y frotó el sudor de su frente, y así, en silencio e intimidad,  nació el primer humano sin culpa heredada.






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(Imágenes bajo copyright del autor)


Arsenal de sonrisas



Me tragaba despacio, como la serpiente que desencaja su mandíbula y con un ritmo pausado de contracciones y extensiones musculares empuja la presa hacia su interior para engullirla completamente y digerirla sin prisa.

Sentía el efecto del veneno y notaba cómo me succionaba. Me veía ya devorada y, sin saber cómo, reunía fuerzas para empujar con mis manos las fauces del monstruo y sacar fuera mi debilitado cuerpo. Intentaba confundir a la fiera asomándome sonriente al balcón fingiendo felicidad porque esto le desconcertaba y le hacía escapar gruñendo expresiones ininteligibles. Pero al día siguiente regresaba aún más iracunda y hambrienta, enseñándome sus afilados dientes y rugiendo de rabia. Sé que podía oler mi debilidad. Babeaba. Intentaba triturarme,  acabar conmigo.

Entonces planté cara a la alimaña. Envolví mi cuerpo con escamas punzantes, dejé crecer mis uñas hasta que se convirtieron en garras y aprendí a morder donde más duele. Luchamos descarnadamente durante meses hasta que, viendo que nunca podría vencer mis eternas ganas de vivir, saltó por la ventana haciéndose añicos al caer.

Logré recuperarme, pero cada mañana salgo sonriendo al balcón para mantener alejada a la bestia, para ahuyentar la maldita depresión.

Y si regresa, me reiré en su cara.


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(Imágenes bajo copyright del autor)






domingo, 2 de septiembre de 2018

Lecciones de arte


No sabía pintar, pero llenaba mi vida de colores.
No tenía ni idea de cantar, pero sus palabras sonaban siempre melodiosas.
Nunca manejó bien el lápiz, pero siempre supo dibujar una sonrisa en mis labios.
 No sabía tocar ningún instrumento, pero sus manos hacían brotar música de  mi cuerpo.
Nada entendía de escultura, pero modelaba nuestras horas haciéndolas dulcemente eternas.
No pudo concluir su obra, pero me enseñó que no sólo se aprende arte en los libros. 

 

(Imágenes bajo copyright del autor)